miércoles, 19 de junio de 2013

¿SALIR DEL ARMARIO O NO?





Hay muchas cosas que nos dan miedo en la vida, pero para muchos de nosotros, el momento de decir a tu familia la verdad, que eres gay, es de los más difíciles. Lo más complicado suele ser encontrar el momento porque, aunque hay quien lo asume desde bien pequeño y lo lleva en casa con naturalidad, otros muchos tardan años en aceptarse, en darse cuenta de que es algo con lo que tendrán que vivir toda la vida y en decidirse a no vivir escondido.

Normalmente, el paso previo es tener algún tipo de contacto con la realidad de la homosexualidad. Ayuda mucho conocer a gente que lo vive con normalidad, que es feliz y querido por su familia. Sirve para dejar de verlo como una desgracia, como algo que debes esconder a toda costa.

Una vez tienes claro que tu vida va a ser diferente a como habías pensado, toca abrirte al mundo, mostrarte tal y como eres, contar a los tuyos quién eres en realidad y desear con todas tus fuerzas que la bomba no te estalle en la cara. Suele ser un proceso de dudas sobre si lo aceptarán, si les dolerá, si les decepcionarás e incluso, en algunos casos, si te seguirán queriendo.

Es horrible no sentirte capaz de confiar algo tan importante a las personas que se supone que más te quieren en el mundo. Tienes que buscar apoyos en la gente que ya lo sabe, normalmente amigos, para que te animen y te ayuden a encontrar la mejor manera de decirlo. Por supuesto, lo habitual es que hagamos un melodrama del tema, con una conversación superseria estudiada durante semanas, calculando cada posible respuesta y, sobre todo, decidiendo cómo coño empiezas. También hay quien prefiere escribir una carta o dejar una nota, algo nada recomendable si lo que pretendes es que empiecen a verlo como algo de lo que no hay que avergonzarse.

El típico ‘mamá, soy gay’ así a bocajarro es un poco fuerte, así que normalmente vas dando pequeños rodeos: ‘tenemos que hablar’, ‘hay algo muy muy importante que quiero decirte’... Casi nunca sirve de nada porque llegado el momento se te olvida todo lo que habías pensado y sueltas lo primero que se te ocurre (en mi caso, ‘mamá, papá, hace tiempo que salgo con alguien, y no es una chica’).

Al fin lo has soltado. Puff. Es como un lastre de 2.000 kilos que has conseguido quitarte de encima y que hace que, de repente, te sientas muy ligero. Es el principio de una sensación de libertad que no hará más que crecer. Pero ahora viene el momento clave, la reacción. En este punto, tenemos varias posibilidades: desde el ‘ya lo sabía’ al silencio excesivamente largos, la cara de espanto (afortunadamente no es muy habitual), la expresión de sorpresa pero compresiva... Lo más importante es mantener la calma y estar preparado para todo, además de intentar ser tú también un poco comprensivo; recordemos que es una noticia bastante fuerte y hay que dar un margen, evitando ser demasiado susceptible ante algún comentario desafortunado fruto de los nervios, la tensión y el desconocimiento.

Pasado el shock inicial, cuando ya tu estómago vuelve a bajar de la garganta donde se había colocado, viene la charla. Esa es la situación que tienes que aprovechar para derribar todos lo mitos que puedan tener y empezar a educarles, explicándoles que no pasa nada, que no eres ningún bicho raro, que tú también quieres encontrar a alguien que te quiera y, sobre todo, que lo importante no es lo que piensen los demás sino que tú seas feliz con tu vida.

Aún más difícil es para las chicas. Enfrentarse a los prejuicios de un entorno heterosexual que, además, es machista hace que sea incluso más duro para ellas mostrarse como son, dejarse ver y conseguir normalizar las relaciones entre mujeres.

Han de armarse del doble de valor y echarle una buena dosis de seguridad y de autoestima para soportar las miraditas por la calle, los comentarios reaccionarios y está claro que a cada familia le cuesta más o menos tiempo asimilarlo y que incluso hay quien nunca lo llega a aceptar. Normalmente, pasados unos días te das cuenta de que no había motivos para tantos nervios porque tu gente --con sus más y sus menos--, te quiere y no va a dejar de hacerlo porque salgas con pepito en vez de con juanita.

Sin embargo, es cierto que algunos personajuchos no logran hacerse a la idea de que su hijo es un mariquita, un ‘puñal,joto,maricon, etc’ (expresión horrible donde las haya), y empiezan a amargarle la existencia, haciéndole sentir culpable e intentando que se oculte, que participe de su vergüenza; eso es lo que jamás y bajo ningún concepto hay que hacer.

Aunque suene horrible, primero eres tú, luego tú y luego otra vez tú, así que si tu madre, tu padre o tu tía la del pueblo son incapaces de quererte como eres y de respetarte, que les vayan dando. Al fin y al cabo, tú eres la única persona con la que vas a tener que vivir toda la vida. Es posible que haya quien se aleje de ti y que algunos a quien tú considerabas amigos dejen de relacionarse contigo o notes el rechazo de gente conocida. En ese caso, es evidente que muy amigos no eran, así que eso que te has quitado de encima (seguimos soltando lastre).

Al final de todo el viaje, cuando ya estás completamente fuera del armario y te sientes capaz de pasear con otro chico por la calle sin mirar como un paranoico hacia todas partes, lo habrás logrado, habrás pasado por encima de todos los muros que la sociedad heterosexual nos impone y habrás aprendido a quererte y a dejar que los demás te quieran por quien de verdad eres.

Mirando a lo lejos, tal y como van las cosas, seguro que llegará el día en que no será necesario pasar por ese calvario porque las familias educarán a sus hijos sabiendo que la homosexualidad es una opción más, que existe y que no es negativa. De modo que el adolescente que note que le gustan los chicos, no se vea en la necesidad de tener una seria charla con mamá y papá, sino que pueda, simplemente, presentarles a su primer novio.

Mientras tanto, me temo que hay que pasar por el proceso de gritárselo al mundo, a todos los que no lo han querido ver durante siglos para que se enteren bien de que estamos aquí y de que no vamos a seguir escondiéndonos. Si aún no has encontrado las fuerzas suficientes para hacerlo, ánimo. Créeme, merece la pena.

¿Cómo salir del armario?

Salir del armario es un gran momento en la vida de uno. No te vuelves más inteligente, rico o guapo. Solo te sientes más ligero, por fin te has quitado un peso de encima, por fin no tienes que esconderte o inventar historias. Sin embargo no es siempre aconsejable desvelar tu homosexualidad cuando aún dependes económicamente de padres francamente homófobos o cuando tu jefe tiene fobia a los homosexuales.

Sincerarse cuesta más cuando no se puede preveer la reacción de los demás. El miedo al rechazo, a los insultos o a la incomprensión, es real y no todo el mundo está dispuesto a aceptarnos como somos, sean nuestros padres, amigos o compañeros de trabajo. Por eso siempre se agradece recibir unos consejos y ver que otros también pasan por la misma situación.

El consejo es universal y tendrás que adaptarlos a tu situación; y si la cosa no sale tan bien como te lo esperabas ¡no te desanimes!

A quien le dijo:

Para dar el primer paso es importante elegir a quién queremos confiarnos. No busques la dificultad y escoge a una persona cuya reacción será positiva. Pregúntate si esa persona sabe escuchar, se preocupa por ti y si puede darte buenos consejos. En resumen, esta persona debería ser lo que solemos llamar tu "mejor amigo".

El buen momento:

No sirve dramatizar, ni montar toda una ceremonia. Aprovecha el tiempo de una comida a solas o de un viaje en coche, por ejemplo. Después de confiarte, querrás conocer los sentimientos de tu amigo, el fondo de su pensamiento. Y claro, en plena hora punta en el metro, será difícil conseguir un ambiente propicio a las confesiones.

Salida virtual:

Internet ofrece una gran variedad de foros en los cuales puedes contar todo lo que está pasando de manera anónima. Seguramente encuentres gente como tú y otros que ya han salido del armario y te pueden dar consejos.

Las buenas palabras:

Es muy difícil aconsejarte qué palabras usar para explicar que eres homosexual. Será más fácil dialogar con una persona de tu edad, ya que los dos compartís la misma manera de pensar y de expresaros. Si tienes que hablar con gente madura (tus padres por ejemplos), ten cuidado en enfocar la conversación hacia los sentimientos y no la sexualidad. Por ejemplo, en lugar de decir que estas saliendo con un chico, di que te has enamorado de un chico. La gente pensará más en el aspecto afectivo de tu relación con un chico y menos en el acto sexual.

Todo a su tiempo:

Una vez dicho lo dicho, dales tiempo a tus interlocutores para aceptarlo. Quizás tendrán reacciones que te pueden parecer muy tontas, como por ejemplo ¿pero ya te has besado con un chico? O ¡eso es porque no lo has probado con una chica! Es normal que tengan preguntas o dudas. Acabas de decirles algo muy importante y que conlleva muchas consecuencias. Quieren saber a partir de ahora cómo va a ser tu vida, si seguirás siendo él mismo.

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